Los negocios de restauración y las gasolineras que el empresario español J. M. D. A tiene en Madrid y Castilla y León han resultado ser en realidad la tapadera de una actividad mucho más lucrativa, el tráfico de drogas, y cuyos tentáculos llegaban hasta el mismísimo aeropuerto de Barajas, donde varios empleados del aeródromo (en nómina también del empresario) se dedicaban a introducir los estupefacientes eludiendo el control de aduanas.
La banda también asaltaba camiones haciéndose pasar por policías
Este moderno Al Capone (que ha sido detenido por la Guardia Civil junto a tres colombianos, seis dominicanos, un italiano, un argelino y un portugués) recibía cada mes una media de 20 kilos de cocaína de gran pureza procedentes directamente de la República Dominicana, y que llegaba a Barajas a través de correos humanos.
Una vez en el aeropuerto, los muleros dejaban la droga en las papeleras y falsos techos que tenían acordados, de donde la retiraba el personal de mantenimiento. Luego, oculta entre sus útiles de trabajo diario, la sacaban directamente desde el lugar de desembarque de los pasajeros por la puerta de uso exclusivo del personal de Barajas, lo que les permitía eludir los controles de seguridad de la aduana.
Asalto a camiones
Pero el negocio delictivo de esta red internacional comenzaba a pie de carretera, mucho antes de llegar a las playas del Caribe. Y es que para lograr el dinero suficiente con el que comprar la cocaína a los narcos suramericanos, la organización se dedicaba a asaltar a camioneros, a los que robaban la mercancía (principalmente pequeños electrodomésticos) que luego comercializaban.
Una vez que los asaltantes se hacían con el control de los camiones haciéndose pasar por policías, abandonaban a los conductores en zonas abandonadas. El registro de una nave industrial en Móstoles ha permitido recuperar objetos robados por valor de cien mil euros.
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