martes, 4 de mayo de 2010

VENEZUELA.Abuelos escondieron a sus nietos para que no los mataran

Fin de semana cerró con 35 muertes violentas en Caracas, según Cicpc

Los deudos de los abuelos llegaron a la morgue con todo y equipaje pues decidieron no volver al barrio por miedo (Fernando Sánchez)

La llamada se cortó de pronto. Cinco minutos después volvió a sonar el teléfono. Esta vez el interlocutor era un vecino y no su familiar. La voz pedía, urgida, que llegaran hasta la casa, porque los abuelos estaban muertos.

Los deudos se apuraron y a las 9:05 de la noche del domingo llegaron a la casa de la calle Bolívar, del barrio Nuevo Horizonte de Catia. Adentro estaban los Carmen Elena Benítez, de 57 años y Moisés Zabaleta, de 65 años. Los habían acribillado. Las puertas habían sido forzadas y las ventanas estaban rotas.

Carmen hablaba por teléfono cuando los maleantes irrumpieron. Trancó la llamada sin despedirse. La persona con la que ella hablaba recordó que eran las 8:30 de la noche. Cinco minutos más tarde avisaron.

Un testigo dijo que Carmen y su esposo estaban con dos de sus nietos. Cuando vieron la irrupción, Carmen obligó a sus niños a que se escondieran debajo de la cama para que no los mataran.

Quienes vieron al grupo, dijeron que el maleante que entró fue uno al que apodan "Yordi". Iba con su banda.

Explicaron que asesinaron a los abuelos porque hacía cinco meses, "Yordi" tuvo un problema con otro de los nietos de Carmen. Ese muchacho se había ido de Nuevo Horizonte. Pero "Yordy" creyó que el joven, de 16 años, había regresado porque alguien había matado a su hermano. Así, que sin cerciorarse decidió vengarse.

"Ese malandro tiene como 13 homicidios encima. Los policías saben quién es y no lo agarran. Cerca de la casa donde mataron a los abuelos hay un módulo de la PM, nosotros bajamos a pedir ayuda porque teníamos miedo de que los malandros regresaran, y ninguno subió a custodiar la casa... qué justicia vamos a pedir si nunca hacen nada", dijeron algunos deudos quienes con bolsos en las manos, explicaron que preferían no identificarse por miedo. "Nos vamos del barrio, nos pueden matar a nosotros también", dijeron los deudos.

Exterminio

Nelson Antonio González, de 45 años, murió el sábado dentro de su casa. Lo acribillaron en su cuarto. Él medía su tensión arterial cuando lo atacaron. Un poco antes de las 8:30 de la noche, siete hombres llegaron al barrio Santa Ana, sector Las Torres, parte alta de Carapita, disparando. Amedrentaban a todos los que andaban por allí.

De pronto vieron que tres jóvenes, los hijos de Nelson, corrieron con la multitud. Y al parecer los confundieron. Los siete matones creyeron que eran los que buscaban y pensaron además que se habían metido en la casa. El grupo de hombres (dos vestidos con uniformes de la Policía Metropolitana, otro con un chaleco antibalas con las siglas del Ministerio de Interior y Justicia bordado en la pechera, y tres encapuchados) entraron por la fuerza, revisaron la casa y como no encontraron a nadie mataron al pintor de pancartas.

"Mi tío les dijo que no le hicieran nada, que ellos sabían que él era del barrio, pero nada, igual lo mataron. Pido jus- ticia. Que paguen por lo que hicieron", exigió José Gon- zález.

Reclamo y muerte

El fin de semana (desde el viernes hasta el lunes) murieron en Caracas 35 personas, todas por alguna razón que se calificó como violenta.

Uno de ellos fue Douglas José Ovalles, de 26 años. A él lo asesinaron a tres casas de la suya. Estaba en una fiesta y se encontró con "el Canote", un maleante a quien le había reclamado la muerte de un alumno.

En la fiesta se toparon, y "el Canote" delante de todos, lo acribilló. Douglas era instructor de basquetbol en su barrio y se postularía para la Policía Nacional.

María Isoliett Iglesias
EL UNIVERSAL

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