En 48 horas en Miranda asesinaron a dos funcionarios de policía científica
Funcionarios del Cicpc han realizado varios allanamientos en busca de los asesinos (Fernando Sánchez)
En la parte posterior de la plaza Bolívar de Araira, Santos Pérez, de 33 años, había pasado el rato la noche del domingo compartiendo con amigos junto a los carros, viendo a los expertos montar las motos en caballito. A las 9:00 p.m. estaba por subirse a su Yaris cuando un sujeto apodado "el Jonathan" llegó y sin más le disparó 5 tiros en el costado. Allí apenas comenzó la muerte de Santos.
Mientras el asesino huía a bordo de una moto con un cómplice conocido como "el Diablo", los amigos de Santos llamaron a uno de sus compañeros del Cicpc y éste fue para ayudar. De allí lo trasladaron a la clínica San Martín de Porres en Guatire, pero allí pasaron hora y media esperando a un cirujano, que no llegó. A las 11:30 se lo llevaron a la Osanam, donde tampoco lo atendieron. De allí fueron al Seguro Social de Guarenas, donde no había insumos y Pérez falleció.
El cuñado de Santos, Alejandro Blanco, explicó que el efectivo tenía desde noviembre trabajando en la División de Ve- hículos de la Subdelegación de Guarenas del Cicpc. Antes estuvo dos años en Polimiranda, pero nunca había sido herido.
El efectivo era el tercero de ocho hermanos y llegó de Acarigua, en Portuguesa. Residía en Guatire con su esposa y sus hijas de cinco años y 16 meses.
Fuentes de la investigación explicaron que la mamá del homicida, quien reside en Araira, dijo que él tenía problemas con un efectivo del Servicio Bolivariano de Inteligencia -antes Disip- y que quizás confundió a Santos con él.
Blanco comentó que, al paso que van las cosas, si en lo que va de año han matado 17 policías en la Gran Caracas, en cinco años habrá que multiplicar esa cifra por 10 porque es la inseguridad la que manda.
Pérez es el segundo efectivo del Cicpc asesinado en 48 horas en Miranda. El primero fue Gimmy Álvarez (24), asesinado la madrugada del sábado en Dos Lagunas por reclamarle a unos vecinos que estuvieran tomando en la puerta de su casa.
EL UNIVERSAL
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