lunes, 9 de noviembre de 2009

VENEZUELA. Tres jóvenes inocentes murieron a manos de hampón dolido

Los deudos sólo quieren que atrapen a los asesinos, que ya están identificados

El dolor de la familia de César Jiménez fue tan fuerte que la abuela del chico se desmayó en medio de los abrazos solidarios (Fernando Sánchez)

"Los voy a matar a todos, así sean inocentes. Hasta que consiga al que me tiroteó a mi hermano, le doy plomo al que se me atraviese". Esa fue la premisa que hace unos 15 días pronunció un joven a quien apodan "Tibulo". Lo hizo dolido por la muerte de su hermano, Luis Manuel Sosa, a quien asesinaron en el bloque 2 de La Vega, explicaron testigos del hecho que por miedo prefirieron no identi- ficarse.

Quince días después cumplió. A las 8:35 de la noche, "Tibulo" llegó con un cómplice, "César Augusto", hasta la calle 7 de Septiembre, por el callejón Los Andes. Los dos tenían sus armas empuñadas. Cuando salieron del estrecho pasillo, los dos comenzaron a disparar contra todos, porque sí.

En medio de la balacera, refirieron fuentes policiales, cuatro personas resultaron heridas. Tres de ellas murieron poco después, sólo una sobrevivió. César Humberto Jiménez, de 18 años y un joven de 16 conversaban juntos, sentados en uno de los muros de la calle. Ramis Jorge Vargas Serrano, de 22 años, llegaba de su trabajo y Luis Antonio Díaz, de 46 años, fue el único que sobrevivió, conversaba con unos vecinos de la cuadra. Después de haberlos tiroteado a todos, los hampones desaparecieron, contaron testigos.

Los deudos intentaron socorrer a todos. Llevaron a los cuatro baleados hasta el hospital Pérez Carreño. Se supo que César estudiaba quinto año de bachillerato en el Liceo Metropolitano de El Paraíso, el chico de 16 años buscaba trabajo para ayudar a su mamá y Ramis era mesonero en el restaurante La Toscana, también en El Paraíso.

Por segunda vez
La familia de César tuvo que vivir por segunda vez el dolor de perder a tiros a un ser querido. El 5 de septiembre de 2008, ahí en la misma calle 7 de Septiembre, le mataron a Everet Vilse, de 34 años. El crimen aún está impune, recordaron los deudos. "Yo no quiero justicia, porque sé que no la habrá. Yo lo único que quiero es que Chávez o alguno de sus ministros pierdan un familiar a tiros para que sepan qué se siente, a ver si eso los pone a trabajar", sentenció con las lágrimas contenidas Felipe Vilse, papá de Everet y abuelo de César frente al rastro de sangre ya seco, pero aún visible, que dejó su nieto al caer a manos del hampón dolido.

María Isoliett Iglesias
EL UNIVERSAL

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