Presumen que pudo ser por venganza o acción de escuadrón de la muerte
Mariela Sánchez y una hermana estuvieron en la morgue de Bello Monte para encontrar a su hermano baleado y luego secuestrado (Fernando Sánchez)
"¡Quítenle las esposas!, ¡quítenselas de una vez!, que así no lo podemos dejar", les ordenó, desesperado, el conductor de la camioneta a los que recién habían matado al hombre de 29 años.
Pero los cuatro hombres que habían sometido minutos antes a Fernando Ramón Sánchez no pudieron arracarle las amarras, por eso tomaron el cuerpo desvanecido y sangrante, lo abordaron en la Terios de color ladrillo (placas FBK-P05) y huyeron con él a cuestas.
Fernando estaba, a las 4:40 de la tarde del sábado, a dos cuadras de su casa, justo en la Séptima calle de Pérez Bonalde, sentado con algunos vecinos.
Sin algún tipo de aviso ni advertencia, cuatro hombres se bajaron, apurados, de una Terios que acababa de estacionar muy cerca de donde estaba el grupo. Ya en la calle, los hombres armados se acercaron hasta donde estaba Fernando y lo pararon de la silla que ocupaba, y cuando lo tuvieron inmovilizado y con las esposas puestas, frente a todos sus amigos, le dispararon los dos primeros tiros: uno en un pie y otro en una pierna.
Desorientado ante aquel sorpresivo ataque y en medio de las impetuosas contorsiones para liberarse, Fernando sólo atinó a gritar: "¡No son policías!, ¡no son policías!"... En ese momento, sus agresores le volvieron a disparar otros dos tiros: uno en el pecho y otro en la cabeza.
Cuando Fernando cayó inconsciente, el piloto comenzó a gritar que le quitaran las esposas, pero no pudieron y decidieron llevarse el cuerpo.
En la calle donde ocurrió todo quedó el pozo de sangre, huella fiel de lo acontecido. Ese fue el único rastro que su esposa Tibisay Iguaro Sánchez y sus hermanas (entre ellas Mariela Sánchez) encontraron de Fernando. Y es que desde las 4:40 de la tarde del sábado nada saben del cadáver de Fernando.
La familia de éste se dividió para buscarlo. Algunos recorrieron hospitales y otros llegaron hasta la morgue de Bello Monte. Pero los recorridos fueron infructuosos, ninguno de los grupos encontró algo que los guiara hasta donde estuviera el cuerpo del muchacho.
Ellos, hasta el domingo en la mañana, no habían colocado la denuncia ante el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas, sólo pidieron ayuda a unos funcionarios de la Policía Metropolitana. Pero de ellos tampoco tuvieron noticias.
Los moradores que vieron lo que ocurrió estiman que pudo tratarse de un grupo de policías que querían acabar con Fernando por alguna razón.
Ante esa afirmación y luego de contarles todo, pero extraoficialmente, a algunos investigadores de la policía científica, estimaron, de forma informal pues les haría falta cantidad de diligencias para establecer algo con certeza, que pudieron ocurrir dos cosas: un escuadrón de la muerte lo ubicó luego de buscarlo por varios días, o fue la materialización de una venganza.
Mariela Sánchez, una de las hermanas de Fernando, no supo explicar lo que pasó ni tampoco se atrevió a adelantar alguna conjetura; sólo recordó que su hermano estaba solicitado por homicidio: "lo implicaron sin que él tuviera algo que ver en eso", insistió.
Otra de las hermanas de Fernando, sin ofrecer su nombre, agregó que él trabajaba para mantener a su esposa y a su hija. Lo hacía como despachador de plátanos en un camión que suele pasearse por el oeste de la ciudad.
Durante toda el día de ayer, la familia estuvo haciendo recorridos por la ciudad para conocer qué pasó con Fernando.
Pero los cuatro hombres que habían sometido minutos antes a Fernando Ramón Sánchez no pudieron arracarle las amarras, por eso tomaron el cuerpo desvanecido y sangrante, lo abordaron en la Terios de color ladrillo (placas FBK-P05) y huyeron con él a cuestas.
Fernando estaba, a las 4:40 de la tarde del sábado, a dos cuadras de su casa, justo en la Séptima calle de Pérez Bonalde, sentado con algunos vecinos.
Sin algún tipo de aviso ni advertencia, cuatro hombres se bajaron, apurados, de una Terios que acababa de estacionar muy cerca de donde estaba el grupo. Ya en la calle, los hombres armados se acercaron hasta donde estaba Fernando y lo pararon de la silla que ocupaba, y cuando lo tuvieron inmovilizado y con las esposas puestas, frente a todos sus amigos, le dispararon los dos primeros tiros: uno en un pie y otro en una pierna.
Desorientado ante aquel sorpresivo ataque y en medio de las impetuosas contorsiones para liberarse, Fernando sólo atinó a gritar: "¡No son policías!, ¡no son policías!"... En ese momento, sus agresores le volvieron a disparar otros dos tiros: uno en el pecho y otro en la cabeza.
Cuando Fernando cayó inconsciente, el piloto comenzó a gritar que le quitaran las esposas, pero no pudieron y decidieron llevarse el cuerpo.
En la calle donde ocurrió todo quedó el pozo de sangre, huella fiel de lo acontecido. Ese fue el único rastro que su esposa Tibisay Iguaro Sánchez y sus hermanas (entre ellas Mariela Sánchez) encontraron de Fernando. Y es que desde las 4:40 de la tarde del sábado nada saben del cadáver de Fernando.
La familia de éste se dividió para buscarlo. Algunos recorrieron hospitales y otros llegaron hasta la morgue de Bello Monte. Pero los recorridos fueron infructuosos, ninguno de los grupos encontró algo que los guiara hasta donde estuviera el cuerpo del muchacho.
Ellos, hasta el domingo en la mañana, no habían colocado la denuncia ante el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas, sólo pidieron ayuda a unos funcionarios de la Policía Metropolitana. Pero de ellos tampoco tuvieron noticias.
Los moradores que vieron lo que ocurrió estiman que pudo tratarse de un grupo de policías que querían acabar con Fernando por alguna razón.
Ante esa afirmación y luego de contarles todo, pero extraoficialmente, a algunos investigadores de la policía científica, estimaron, de forma informal pues les haría falta cantidad de diligencias para establecer algo con certeza, que pudieron ocurrir dos cosas: un escuadrón de la muerte lo ubicó luego de buscarlo por varios días, o fue la materialización de una venganza.
Mariela Sánchez, una de las hermanas de Fernando, no supo explicar lo que pasó ni tampoco se atrevió a adelantar alguna conjetura; sólo recordó que su hermano estaba solicitado por homicidio: "lo implicaron sin que él tuviera algo que ver en eso", insistió.
Otra de las hermanas de Fernando, sin ofrecer su nombre, agregó que él trabajaba para mantener a su esposa y a su hija. Lo hacía como despachador de plátanos en un camión que suele pasearse por el oeste de la ciudad.
Durante toda el día de ayer, la familia estuvo haciendo recorridos por la ciudad para conocer qué pasó con Fernando.
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