Francisco Tellado Cegado, el bombero que intervino en la casa de La Algaba. J. M. SERRANO
Por muy rocambolesco que parezca, un bombero de Sevilla ha sido condenado a pagar seis euros diarios durante un mes y las costas de un juicio por haber apagado el incendio de una vivienda particular en La Algaba el pasado 1 de enero.
En un mundo que parece al revés, Francisco Tellado Cegado, el bombero, ha recibido con perplejidad e indignación una sentencia emitida por el Juzgado número 17 en la que se le condena en los términos citados por desacato a la autoridad, y, en una segunda lectura, por cumplir con su cometido y con la profesión que ha elegido, además de seguir a rajatabla la Ley de Fuegos y Emergencias de Andalucía, por la que ante situaciones así, estando o no de servicio, tiene que atender el suceso.
Los hechos ocurrieron el pasado 1 de enero en La Algaba, donde casualmente, Francisco Tellado, que estaba fuera de servicio, se encontraba acompañando a un amigo para recoger un coche y tras haber tomado café con su familia en Sevilla. En la Avenida de la Constitución se topó con el incendio de una casa, con gente arremolinada en la calle y con una señora, Toñi Vilches Cerezuela, y Antonio Carranza Pérez, su marido imposibilitado que, a duras penas, habían logrado salir indemnes de las llamas.
Ni corto ni perezoso, Francisco, pertrechado de una manguera de riego, echándose la cazadora por la cabeza, se introdujo en la vivienda, en la que el fuego había comenzado a causar estragos, con caída de pedazos del techo de madera y de la barandilla. «Cuando ya tenía casi sofocado el fuego noté que tiraban de la manguera»— recuerda— «era un guardia civil que me gritaba que saliera».
«Soy bombero, voy a seguir apagando el fuego hasta que lleguen los efectivos», contestó Francisco. «¡Que salga le he dicho!», repitió el guardia civil. En ese momento llegaron los efectivos, que felicitaron a Francisco. Éste explicó a la Guardia Civil que pretendía evitar cualquier peligro de explosión de alguna bombona, que la calle estaba a rebosar de gente... e incluso pidió disculpas por no haber salido de la casa.
Cual no habrá sido su sorpresa cuando ocho meses después, en septiembre, se tuvo que enfrentar a un juicio en el que el agente de la Guardia Civil aseguró que el bombero tuvo reacciones violentas y que incluso presentaba síntomas de haber ingerido bebidas alcohólicas. «Sólo café. Tomé un café», repite Francisco. «Me parece mentira que se me trate como un delincuente». Tan indignada como él se muestra Toñi Vilches, que alaba a Francisco diciendo que se portó como un héroe e insiste en que gracias a este bombero no perdieron su casa. «Está muy mal lo que le han hecho después de ayudarnos. Le hemos dicho que le ayudaremos a pagar la multa».
En un mundo que parece al revés, Francisco Tellado Cegado, el bombero, ha recibido con perplejidad e indignación una sentencia emitida por el Juzgado número 17 en la que se le condena en los términos citados por desacato a la autoridad, y, en una segunda lectura, por cumplir con su cometido y con la profesión que ha elegido, además de seguir a rajatabla la Ley de Fuegos y Emergencias de Andalucía, por la que ante situaciones así, estando o no de servicio, tiene que atender el suceso.
Los hechos ocurrieron el pasado 1 de enero en La Algaba, donde casualmente, Francisco Tellado, que estaba fuera de servicio, se encontraba acompañando a un amigo para recoger un coche y tras haber tomado café con su familia en Sevilla. En la Avenida de la Constitución se topó con el incendio de una casa, con gente arremolinada en la calle y con una señora, Toñi Vilches Cerezuela, y Antonio Carranza Pérez, su marido imposibilitado que, a duras penas, habían logrado salir indemnes de las llamas.
Ni corto ni perezoso, Francisco, pertrechado de una manguera de riego, echándose la cazadora por la cabeza, se introdujo en la vivienda, en la que el fuego había comenzado a causar estragos, con caída de pedazos del techo de madera y de la barandilla. «Cuando ya tenía casi sofocado el fuego noté que tiraban de la manguera»— recuerda— «era un guardia civil que me gritaba que saliera».
«Soy bombero, voy a seguir apagando el fuego hasta que lleguen los efectivos», contestó Francisco. «¡Que salga le he dicho!», repitió el guardia civil. En ese momento llegaron los efectivos, que felicitaron a Francisco. Éste explicó a la Guardia Civil que pretendía evitar cualquier peligro de explosión de alguna bombona, que la calle estaba a rebosar de gente... e incluso pidió disculpas por no haber salido de la casa.
Cual no habrá sido su sorpresa cuando ocho meses después, en septiembre, se tuvo que enfrentar a un juicio en el que el agente de la Guardia Civil aseguró que el bombero tuvo reacciones violentas y que incluso presentaba síntomas de haber ingerido bebidas alcohólicas. «Sólo café. Tomé un café», repite Francisco. «Me parece mentira que se me trate como un delincuente». Tan indignada como él se muestra Toñi Vilches, que alaba a Francisco diciendo que se portó como un héroe e insiste en que gracias a este bombero no perdieron su casa. «Está muy mal lo que le han hecho después de ayudarnos. Le hemos dicho que le ayudaremos a pagar la multa».
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