Desmantelan agencia paralela de vigilancia en la PM con comisiones fijas
La tarde del miércoles, cuando la mayoría de los empleados abandonaban el Centro Parque Carabobo. se toparon con el rescate de un comerciante y la captura de dos secuestradores.
La víctima, un sexagenario comerciante árabe, dijo que en realidad sus plagiarios no eran tales, sino policías de la zona 6 de la PM que fungían como sus escoltas. Minutos más tarde culminó la película cuando un comisario de la metropolitana alegó ante el jefe de la División Antiextorsión y Secuestros que sus subalternos eran "parceleros" que abandonan sus puestos de trabajo para competir con los vigilantes privados y así completar sus precarios sueldos.
Días después de asumir el cargo el comisario Wilmer Flores como director de la Policía Metropolitana anunció la necesidad de depurar el cuerpo policial. La acción que no fue difundida pero que sacudió la moral policial fue la desincorporación del jefe de personal.
Las investigaciones de la Inspectoría General establecieron que el jefe policial mantenía una nómina paralela cuyos integrantes en lugar de custodiar las vidas y los bienes de los ciudadanos, se dedicaban a prestar servicios de custodia comerciales, residenciales, industriales e incluso bancarios.
En predios policiales se asegura que cada uniformado además de su sueldo cobra una mesada mensual de 600 bolívares fuertes por dedicarse a vigilante privado. Sus jefes por lo general también reciben una significativa remuneración que está por el orden de 400 bolívares fuertes por cada policía que "abandona la guardia" . Según cálculos extraoficiales de funcionarios de la PM, hasta un tercio de los funcionarios que en ella trabajan hacen labores como "parceleros". Son casi 3 mil policías los que se dedican a la actividad privada.
Dieciseis vigilantes por agente. Pero no es sólo que los policías se dedican a ser vigilantes privados una de las facetas del aumento de la criminalidad en Caracas. Según cifras de la Cámara Nacional de Seguridad Privada, la demanda de vigilantes privados aumentó en 20% debido al incremento en los índices de criminalidad que ha experimentado el país. Según el organismo en Venezuela existen 250 mil vigilantes. De ellos 50 mil laboran en la capital.
Paradójicamente las estadísticas que manejaba el Ministerio del Interior y Justicia para el mes de octubre la capital sólo disponen de 1.140 metropolitanos por turno. De ellos 716 están comisionados para ejercer funciones de escoltas de políticos, diputados, jueces, magistrados y hasta concejales. De los 164 módulos policiales, sólo funcionan 51 en horario de oficina.
Frente al déficit de personal que presentan cada una de las policías capitalinas los ciudadanos hacen mayores esfuerzos para autoprotegerse. En el país existen agrupadas 2.778 empresas de vigilancia privada. Según el sector la demanda de seguridad ha provocado que se conformen unas 600 empresas de "maletín" que a su vez tienen en nómina a unos tres mil vigilantes.
Durante las protestas que se realizan con frecuencia en la capital es cada vez más común las quejas en torno a la labor de los uniformados. Los acusan de ser guardaespaldas de comerciantes y mensajeros que se limitan a realizar depósitos bancarios.
La víctima, un sexagenario comerciante árabe, dijo que en realidad sus plagiarios no eran tales, sino policías de la zona 6 de la PM que fungían como sus escoltas. Minutos más tarde culminó la película cuando un comisario de la metropolitana alegó ante el jefe de la División Antiextorsión y Secuestros que sus subalternos eran "parceleros" que abandonan sus puestos de trabajo para competir con los vigilantes privados y así completar sus precarios sueldos.
Días después de asumir el cargo el comisario Wilmer Flores como director de la Policía Metropolitana anunció la necesidad de depurar el cuerpo policial. La acción que no fue difundida pero que sacudió la moral policial fue la desincorporación del jefe de personal.
Las investigaciones de la Inspectoría General establecieron que el jefe policial mantenía una nómina paralela cuyos integrantes en lugar de custodiar las vidas y los bienes de los ciudadanos, se dedicaban a prestar servicios de custodia comerciales, residenciales, industriales e incluso bancarios.
En predios policiales se asegura que cada uniformado además de su sueldo cobra una mesada mensual de 600 bolívares fuertes por dedicarse a vigilante privado. Sus jefes por lo general también reciben una significativa remuneración que está por el orden de 400 bolívares fuertes por cada policía que "abandona la guardia" . Según cálculos extraoficiales de funcionarios de la PM, hasta un tercio de los funcionarios que en ella trabajan hacen labores como "parceleros". Son casi 3 mil policías los que se dedican a la actividad privada.
Dieciseis vigilantes por agente. Pero no es sólo que los policías se dedican a ser vigilantes privados una de las facetas del aumento de la criminalidad en Caracas. Según cifras de la Cámara Nacional de Seguridad Privada, la demanda de vigilantes privados aumentó en 20% debido al incremento en los índices de criminalidad que ha experimentado el país. Según el organismo en Venezuela existen 250 mil vigilantes. De ellos 50 mil laboran en la capital.
Paradójicamente las estadísticas que manejaba el Ministerio del Interior y Justicia para el mes de octubre la capital sólo disponen de 1.140 metropolitanos por turno. De ellos 716 están comisionados para ejercer funciones de escoltas de políticos, diputados, jueces, magistrados y hasta concejales. De los 164 módulos policiales, sólo funcionan 51 en horario de oficina.
Frente al déficit de personal que presentan cada una de las policías capitalinas los ciudadanos hacen mayores esfuerzos para autoprotegerse. En el país existen agrupadas 2.778 empresas de vigilancia privada. Según el sector la demanda de seguridad ha provocado que se conformen unas 600 empresas de "maletín" que a su vez tienen en nómina a unos tres mil vigilantes.
Durante las protestas que se realizan con frecuencia en la capital es cada vez más común las quejas en torno a la labor de los uniformados. Los acusan de ser guardaespaldas de comerciantes y mensajeros que se limitan a realizar depósitos bancarios.
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